jueves, 16 de junio de 2016

Poema Malo Nº 1

Me creí sumida en una depresión inexplicable.
Inaudible, pero fantasiosamente necesaria.
Ya acostumbrada al garrote ensangrentado de tus ojos.
Supuse que era normal, que la fase del demonio simplemente despertaba.
Y que te acostumbras a ver tanto y sentir tan poco.

Un día, sumida entre cantos de marineros.
El mercante y el errante.
Mi alma ya sumergida en el programa en crash.
Alzándo una ceja encuentro como la lluvia me golpea sin preguntar.
Y mi sonrisa enfermiza desconcierta incluso al que mira.

Supe que era suficiente, que mi corazón coagulado se había detenido.
Sólo para querer latir otra vez.
Entonces despedí a los marinos.
En su barco fantasmagórico hacia lo desconocido.
Recuerdo haberles abrazado con nostalgia, mientras mi sonrisa brillaba en su reflejo.

El barco zarpa, mi alma se vuelve a cubrir de óleo.
Del verde más vibrante.
El siguiente barco se acerca y con él su capitán.
Su rostro de calavera adornada en dulce me susurra, "¡Vive!"

Y yo asiento sentimental,
Me alejo del puerto y del cordón umbilical.
De la casa roñosa y el gorgoteo incesante.
Alejándome a lo que siempre quise.
A lo que siempre esperé.


Hoy me voy.

Entregada al suave embrace de las benzodiacepina, a la suave locura que de momentos la sinapsis de mis neuronas parece querer hacerme sufrir, bajo el techo sin compañía más que la del mísero mamífero de pelaje blanquecino, con un dolor de cabeza y cuello bizarro, expandiéndose por mi oído... Así es cómo me despido de un mundo que pensé, era lo suficientemente sensible cómo para entender lo que pasa por mi mente.

Es simpático saber que así no es, que no todo es una película del chico de Kansas obsesionado con las figuras antropomorficas, que la música no nace del momento, sino de nuestra percepción al mismo, que el dibujo no alcanza a ser suficiente en un mundo dónde no nos atrevemos a aceptar la primera foto que tomamos.

Muy fea, muy gorda, muy old

¿Qué quiero dar a entender? Si yo no entiendo nada y creo percibir todo como para así hacerlo.
Quizás la desesperación de no poder hacer nada frente a tan poco.

Gracias papá por estar cuando no se estuvo.

Gracias abuelo por hacerme creer.

Gracias tía, por enseñarme lo desconocido en un mundo egolatra
.
Gracias Nico, por enseñarme a no confiar a primera vista, a retenerme del sentimiento humano.

Gracias mamá, por hacerme quién soy, por estar en la locura y en la sanidad.

Y no, ni siquiera estoy muriendo, sólo estoy melancólica y perdida. Tengo un miedo absurdo a la muerte que viví en el anonimato, quizás no tan anónimo. No puedo borrarme tu imagen tío Segundo, tu vida yéndose en un puñado de vómito y lagrimas, de ambulancias y funerarias.

Me duele no poder retratar lo que siento.

Perdóname papá por no haberte dado otra oportunidad, por rechazar el lugar donde yacían las respuestas, El Simon de Marceline que atraviesa mi corazón en un leve tono de música de series, del bajo, la guitarra, la batería  y del omnichord. El mismo que me hizo dejar de ver Hora de Aventura y cortarme sin parar en un poema escrito con mi otra mano como castigo, manchando de sangre la hoja.

¡Te amo y te extraño a pesar del todo! Me gustaría seguirte en la noche despejada tal cómo vi en Fantasia, la imagen de la familia separada pesa más que cualquier canción de la generación X.

Ya no me corto, ya no me tiro del tercer piso, ya no pienso en las diferentes muertes posibles para mi fofo y mísero cuerpo. Ahora simplemente pienso y me lleno de clonas.

Y no me tomen enserio, sólo es un desquite necesario, yo soy feliz, extremadamente feliz.

Pero todo cae para volver a subir, como el lector de latidos cardíacos, sólo es regular cuando estás muerto.