Me creí sumida en una depresión inexplicable.
Inaudible, pero fantasiosamente necesaria.
Ya acostumbrada al garrote ensangrentado de tus ojos.
Supuse que era normal, que la fase del demonio simplemente despertaba.
Y que te acostumbras a ver tanto y sentir tan poco.
Un día, sumida entre cantos de marineros.
El mercante y el errante.
Mi alma ya sumergida en el programa en crash.
Alzándo una ceja encuentro como la lluvia me golpea sin preguntar.
Y mi sonrisa enfermiza desconcierta incluso al que mira.
Supe que era suficiente, que mi corazón coagulado se había detenido.
Sólo para querer latir otra vez.
Entonces despedí a los marinos.
En su barco fantasmagórico hacia lo desconocido.
Recuerdo haberles abrazado con nostalgia, mientras mi sonrisa brillaba en su reflejo.
El barco zarpa, mi alma se vuelve a cubrir de óleo.
Del verde más vibrante.
El siguiente barco se acerca y con él su capitán.
Su rostro de calavera adornada en dulce me susurra, "¡Vive!"
Y yo asiento sentimental,
Me alejo del puerto y del cordón umbilical.
De la casa roñosa y el gorgoteo incesante.
Alejándome a lo que siempre quise.
A lo que siempre esperé.
Existen momentos unicos en nuestra vida , los saludos de encuentros y las despedidas, y muchas veces nuestro apego hace que extrañemos en demasia a quien se va , pero están las fotos mentales , los recuerdos de caricias espirituales y de calma , esa memoria emotiva , nada puede quitarla , esa memoria es eterna ... Muy emotivo e intenso tu escrito, solo no me gusto el titulo, el expresar nuestras emociones , no es algo malo , al contrario , es expresar que estamos vivos :)
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